No se esperaba el Barcelona semejante reacción después de unos prolegómenos tan fructíferos para los locales, comprometidos en una presión asfixiante que fundió los focos del Villarreal. Tomó las riendas Xavi, indultado por sus tendones, y le acompañó la orquesta en su totalidad. Entre el cerebro, Iniesta y Villa combinaron para fabricar un precioso tanto del asturiano en lo que se antojaba como un tortazo casi definitivo ya que no había rastro del forastero, acomplejado por la magnitud del evento. Un error por parte del Camp Nou desestimar al Villarreal, disculpas aceptadas.
Miedo en la defensa
Es cierto que esa reacción visitante llegó justo después de que al Barcelona le privaran de la sentencia con un fuera de juego inexistente y que era gol o gol, pero a partir de ese instante desconectó de forma preocupante el Barça dejando al aire sus vergüenzas en la retaguardia. Ausente Piqué por sanción, falló una vez más el experimento de Abidal como pareja de Puyol en el eje —partido 500 para el capitán— y Alves entregó por completo su lateral, más pendiente de buscar el área de Diego López que de proteger la de Valdés. Por ahí llegó el Villarreal como quiso y el resultado pudo ser peor para el Barça, obsesionado en recordarle al árbitro sus patinazos —luego pudo expulsar a Maxwell—en vez de recuperar las sensaciones perdidas.
Las retomó en la reanudación con un arranque casi calcado al del primer acto, aunque esta vez sí se aplicó el Villarreal en defensa. O eso se intuía ya que luego pecó de pardillo al descuidarse en una falta que puso en movimiento Xavi y que terminó con una pared descomunal entre Messi y Pedro con final feliz, una vez más, en el remate del argentino. Parecía que no estaba, de verdad, pero su genialidad recuerda a la parroquia que difícilmente habrá otro como él. Luego, encima, engordó sus estadísticas al finiquitar una velada en la que el Villarreal se desgastó antes de hora.
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