Con el agua al cuello, el Deportivo sacó la cabeza del río. Consiguió el empate ante el Barcelona B —un sucedáneo del campeón y Guardiola con la vista en la final de la Champions— a base de amor propio y un conglomerado de músculos ligados ante su portero. Un partido insulso que el Deportivo rentabilizó en un punto de oro. Depende de sí mismo en el último partido ante un Valencia que no se juega nada.Un Barça irreconocible y un Deportivo que ponía en juego su prestigio, la leyenda del «Súper Depor». Sobre este decorado arrancó un partido nivelado: los suplentes del Barça dieron la talla respecto al escudo y el Deportivo se empleó con energía.
Un solo campeón del mundo en la alineación de Guardiola (Valdés) y diez compañeros al amparo de un equipo campeón. Los resortes del Barça funcionaron en cierta medida, aunque sin Messi, Iniesta, Xavi y compañía, el grupo es otro. Mucho peor, claro está. Grapado a los nervios, intentó el Deportivo descubrir alguna rendija. La joven defensa azulgrana palideció en algún momento, pero el conjunto gallego no acertó a meter el cuchillo. Valerón tuvo el gol en un rechace que empalmó de volea, pero el tiro que se marchó fuera provocó el lamento colectivo.
El partido decayó en el segundo tiempo. El Deportivo no supo qué hacer con el partido: si lanzarse al ataque o guardar la viña. En la duda optó por la prudencia, por ese empate sin goles que lo mantenía con vida. El Barça se animó ante la renuncia de los gallegos y el plan B de Guardiola estuvo a punto de sentenciar a Lotina, puro drama en la grada.
La entrada de Dani Alves reactivó a su equipo y su impulso provocó sudores fríos en el Deportivo. Cayeron los minutos, pero no el gol del Barça que se anunciaba —aunque Riki la tuvo en el último minuto— y por ahí aún respira el conjunto gallego.
0 comentarios:
Publicar un comentario