En pleno histerismo local, Sivok perdió un balón en zona más que peligrosa. Silva llegó como un fiera encolerizado, le robó la cartera y su pase al segundo palo lo enchufó Xabi Alonso sin oposición. Luego la calma, especulación y juego de quince, veinte toques para volver locos a los checos, que echaban el bofe en busca de nada, porque nada encontraban. Al minuto 33 realizaron su primer disparo, desviado de Rosicky, y luego en el 40 tuvieron la mejor en un balón que iba a rematar solo Baros, pero como iba con la lengua fuera por todo lo que había corrido tras sombras, no encontró la frescura suficiente para enchufarla.
El resto fue una exhibición de los españoles, que dominaron y controlaron con una majestuosidad y elegancia excelsa, fino, sutiles y letales cada segundo de encuentro. Xavi, en concreto, hizo una masacre. Tocó con tal precisión y rapidez que derrengó a todos los checos con una velocidad pasmosa. Quedaba medio partido pero la tarea de remontada checa parecía improbable, por no decir imposible.
Dada la superioridad de los de Del Bosque, España se dedicó a buscar a Torres en un desesperado intento de rehabilitarle. En vano. El del Chelsea está pero como si no estuviera. No dio una el hombre, totalmente alejado de lo que fue y hasta desentonando en una sinfonía tan perfecta.
Ellos se hartaron de ser bailados, tanto que Hubschman, el más racial de ellos, se cansó de correr y no ver bola y le atizó con todo al bueno de Xabi Alonso, que parece un saco de golpes. Roja. Si con once no había partido, con diez hubo menos. Los checos depusieron las armas y España se paseó con toda tranquilidad para redondear un partido de lujo.
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