Se esperaba la salida en tromba del Inter para meterse rápido en la eliminatoria con un gol después del humillante 2-5 de San Siro, pero los toques de corneta no llegaron a oírse. Anoche quedó muy claro que el italiano no es un equipo construido para atacar y que la valentía no figura en el currículum de Leonardo.
El técnico renunció de inicio a Pandev y confió la remontada en el acierto de Etoo y Milito. Misión imposible para un conjunto que, obligado a marcar cuatro goles, decidió ceder el balón y la iniciativa a su rival, convirtiendo a sus dos estiletes en espectadores. La presencia de Motta en lugar de Cambiasso aumentó la falta de fluidez en el juego de los interistas, incapaces de meter miedo en el primer cuarto de hora con un solitario tiro de Sneijder desde la frontal. Los alemanes se sintieron muy cómodos y del partido loco que esperaba la grada no hubo ni rastro.
El Schalke está impregnado por el espíritu minero de sus aficionados, y su gran estrella es ejemplo de trabajo y solidaridad. Raúl aprieta los dientes como el que más, pero sus ganas le costaron una amarilla que le deja a una de la suspensión. La presión empieza por él y en un lance se pasó de frenada después de que el Inter hubiera despertado con un peligroso disparo de Stankovic. El enfado del madrileño duró lo que tardó en adelantar al Schalke tras regatear a Julio César. Su quinto gol en Liga de Campeones, aunque medio se lo apuntó Jurado con su pase.
Motta justificó su presencia con un gol en la reanudación a la salida de un córner. Pero el Inter no creía en la remontada y en ningún momento se lanzó a la desesperada en busca de Neuer. Raúl no había dicho todavía su última palabra y con una magnífica asistencia a Howëdes que terminó en el 2-1 llevó el júbilo al Veltins Arena.
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