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Crónica Auxerre 0 - Real Madrid 1

Mourinho tachó a los enviados especiales de especular con la información que rodea al Real Madrid. Él especuló con el equipo. Anunció que jugaba Benzema y se guardó la carta de Lass en la manga en detrimento de Ozil. Trivote. Tres medio centros para sujetar al Auxerre y otros tres delanteros para montar el quilombo en ataque. Equilibrio entre líneas. Y el dibujo táctico se quedó sin la correa de distribución.
Pepe desmontó enseguida el guión. En el minuto siete levantó las manos buscando a un hombre del medio del campo para que hiciese de enlace. No existía tal perfil: Lass hizo de Xavi, sí el del Barça, y las prestaciones no son comparables. Mourinho no engañó a nadie anoche. Jugó a lo que siempre ha predicado. A no perder para después ganar. Una teoría que le ha dado muy buenos resultados, pero que choca frontalmente con lo que quiere el madridismo. Es decir, menos exhibicionismo del entrenador en las ruedas de prensa y mejor fútbol en el campo. “No puedo prometerlo, pero espero que el equipo juegue bien”, dijo en su última aparición.
Sin Pedro León
En Auxerre no estaba Pedro León. Ni Zidane. Ni Maradona. Tampoco Di Stefano. Menos mal que Casillas sigue siendo un salvavidas. Salvó el primer tanto en un balón entre los centrales. Salió apresuradamente para despejar y el rebote del balón en el jugador francés casi acaba en su portería. Luego tuvo que volver a emplearse a fondo en otro disparo desde la frontal. Poco trabajo, pero bien hecho.
Mientras, en el otro área, los delanteros siguen fallando más que una escopeta de feria. Por uno u otro motivo no encuentran el camino del gol. A Higuaín le sacaron un balón en la línea de la portería antes del descanso. Cristiano Ronaldo deambula buscando su propia identidad, un trabajo que le costó una cartulina amarilla por protestar, mientras que Benzema se desespera en su laberinto. Sin una referencia que los sirva balones, los tres de arriba se convierten en almas en pena que corren en muchas ocasiones sin demasiado criterio u orden.
El experimento del trivote y del tridente no llegó a la hora de juego. Mourinho quitó a Karim y metió a Ozil. Centrocampista por delantero. Un desatascador por un finalizador. Una referencia sobre el papel. Pero el alemán responde al país natal. Es frío. Y Mourinho no tardó dos minutos en picarlo en el orgullo desde la zona técnica. Con aspavientos ostensibles le pidió que colaborase con el juego colectivo. Y no fue la única bronca para el nuevo fichaje. Le cayó otro cubo de agua a falta de poco para el final. Por entonces el Madrid ya acumulaba más de tres horas sin marcar un gol. Ciento ochenta minutos para sostener tanta dinamita. Había logrado su último tanto en Anoeta (m. 72) y se marchó del Ciudad del Valencia. Demasiado.
Menos mal para los intereses del Madrid que antes había entrado Di María, otro de los sacrificados del tridente y sacó petróleo de una jugada muy protestada por los franceses, por posibles manos de Sergio Ramos. El argentino rompió la pobre racha en ataque y evitó el triple cero, después de la falta de gol en Mallorca y Valencia.

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