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Crónica Atlético de Madrid 1 - Bayer Leverkusen 1

Desde el pitido inicial, el esquema impuesto por Jupp Heinckes, un viejo conocido en suelo español, causó efecto. Tras un tímido comienzo en el que los madrileños encontraron una vía de peligro al inclinar el campo sobre la banda de Reyes, el 'Werkself' fue paulatinamente sembrando minas con el tridente compuesto por el alemán Sam y por la dupla suiza compuesta por Barnetta y Derdiyok.
En concreto, fue éste último, el '19' helvético, teórico suplente en las filas germanas, el que acaparó la atención de la zaga rojiblanca. Su condición de torre (1,91 de altura) le brindó continuas oportunidades sobre la meta de De Gea, quien esta noche cumplía un año en la élite. Aunque, y con el aviso del gol gestándose, la balanza continuaba pareja gracias a los tímidos chispazos de Diego Costa y de Filipe Luis, cada vez más asentados en el once.
Los brasileños, que eran los únicos en incentivar la reanimación rojiblanca, buscaron el daño con galopadas por los extremos, aunque la zaga teutona, capitaneada por un Hyypiä bragado en mil batallas, cerró cualquier hueco y desesperó la reacción local. Con esta tesitura, nada favorecedora para los capitalinos, el Bayer Leverkusen aprovechó el lanzamiento de un córner para hacer gala de su superioridad por alto y para abrir el marcador.
El autor de la tragedia fue el ex del Liverpool, quien rebañó lo suficiente un saque de esquina que rebotó en el palo para que Derdiyok, el mejor de estos 45 minutos, remachara a las redes al borde del descanso. Abierta la veda, el vigente defensor del título continental retrató su peor efigie en lo que va de temporada, en la que parece pesarle factura la acumulación de compromisos.
Quique no dio la batalla por perdida y apuró las balas de la recámara para revertir la impotencia y para gestar la iniciativa del choque. Para ello, Forlán --aún desaparecido-- y un abstraído Raúl García dieron paso a la frescura de Tiago y de Fran Mérida. Con esto, la reacción local fue inmediata, que recuperó el fortín del mediocampo para fabricar continuas embestidas al arco de Adler, hasta ese momento cumpliendo su papel de figurante.
En una de esas tentativas, Mérida, pícaro, forzó el derribo dentro del área de un Hyypiä imprudente que rozó la expulsión para, con esta pena máxima, devolver las tablas por medio de Simao. A partir de entonces, el Atlético se asoció con la inercia que le concede su vitola de campeón y asedió sin éxito las esperanzas del club de la aspirina.
Ahora era el bloque alemán el que se achicó en la retaguardia, que únicamente respiraba en algún contragolpe del recién incorporado Helmes para calentar los guantes de De Gea.

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