Esperaban y esperaban los rojos en empezar a carburar, pero nadie apareció en su horizonte futbolístico. Fallaba Busquets, fallaban los centrales, los laterales, los Xav/bi no entraban en juego y solo Silva inquietaba algo. Al minuto 10 Isla, que no marca muchos goles pero que tiene un cañón en la derecha, irrumpió por sorpresa pillando la espalda a Arbeloa. No llegó Albiol y la derecha del chileno rompió el espinazo de Íker, que se estiró sin fruto.
La bofetada hizo abrir un ojo a España, solo uno. Se desperezó Xavi y ya Silva no estuvo tan solo. Se niveló algo el encuentro, pero de forma ficticia. Como ni Negredo ni Villa ponían el cuchillo en la garganta de Bravo, todo el mundo dio dos pases adelante. Ante los ojos chilenos aparecieron entonces todas las vías de contragolpe. Vargas aprovechó una para marcar el segundo y Alexis estuvo a punto de hacer el tercero entre el desorden que imperaba en la improvisada zaga montada de prisa y corriendo por el bueno de don Vicente.
Mientras, España se perdía en peticiones de penaltis (a Sergio, a Negredo), todo lo que traía el empujón apresurado y ciego de los rojos. Pero en el libreto del choque había más mordiente de los chilenos, que entraban con tacos arriba, con dientes y sables por todos lados, sin un solo segundo de paz ni tregua.
Era esa intensidad guerrera lo que diferenció esta primera mitad, dientes prietos en los de Borghi y demasiado ralentí mecanizado en España, que no llegaba con claridad ni fluidez a los dominios de Bravo.
Con un 2-0 en el marcador habría sido iluso pensar que Chile no se iba a meter atrás para buscar la contra teniendo arriba a dos balas como son Alexis Sánchez y Vargas. Poco a poco, la imagen de la campeona se difuminaba tristemente entre dudas y ausencias defensivas que pesaban como losas al tiempo que la esperanza del triunfo germinaba con rapidez en el alma de Chile.
El marqués reaccionó con rapidez y brío, como correspondía. Metió a Iniesta y Pedro en el campo y, sobre todo, dio un toque de atención. No es que Iniesta sea mágico, que lo es, sino que todos se pusieron unas pilas menos gastadas que las de la primera mitad. También a los chilenos se les fueron a la cuneta tres cuartos de los pulmones.
Así que el panorama del partido fue España percutiendo con todo sobre la barrera chilena con una posesión de balón brutal. Por fin, el partido se puso en su escenario natural. En el dominio abrumador de España Iniesta encontró un disparo duro y ajustado para meter a los de Del Bosque en el choque.
Ya estaba España con los ojos abiertos como platos, lanzados y con mucha gente de peso en el campo. Entró también Cesc y los chilenos, sin aire, ni salían ni tocaban, ni presionaban. Estaban agobiados por todos lados y aquello olía a cuerno quemado para los chilenos. Cesc empató y los españoles tocaron corneta de ataque con todo, recuperando la imagen de un fango más negro. Chile no se salvó. Un penalti sobre Arbeloa después de un fallo defensivo dio el triunfo final a España, que recuperó su alma.
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