Y eso que el partido se puso como Quique no podía soñar. Galán realizó un despeje horroroso en defensa. Es norma desde juveniles que nunca se rechaza un balón hacia el centro del área. Allí fue el balón. Koke, sorprendido, puso el borceguí para que le rebotara y la pelota entró en la portería. Pochettino no se lo creía. Necesitaba la victoria para quitar al Atlético de la última posición europa y perdía 0-1 a los dos minutos.
El conjunto catalán se descentró. Luis García cometió un penalti sobre Agüero, por derribo, que Mateu Lahoz no quiso castigar. El Kun desperdició dos disparos delante de Kameni. Y los locales comenzaron a pensar. El Atlético se lo permitió.
Verdú y Luis García buscaron a Osvaldo. Era su única solución. Y un pase en profundidad facilitó la primera igualada. El goleador local —diez tantos en la Liga— se marchó por piernas. Ujfalusi se quedó quieto, Godín ni se enteró y Perea llegó a tapar su disparo. Lo único que consiguió fue que el esférico tocara en su cuerpo y entrara por alto ante la importencia de David de Gea. La fortuna llamó por segunda vez a la casa rojiblanca. Callejón hizo una cesión desastrosa hacia su portero y Agüero, pillo, cogió el balón y anotó el segundo tanto.
Mauricio Pochettino no se lo podía ni creer. Blanquiazules y rojiblancos se jugaban la última plaza europea en la clasificación de la Liga y los locales regalaban dos goles en esta final particular. Osvaldo volvió a aparecer para sacar al Español del hundimineto. Un cabezazo espectacular significó el nuevo empate. El partido era un correcalles. Al final, el reparto de puntos castigó los fallos recíprocos.
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