Poco a poco el Hércules se sacudía del dominio local, pero nada hacía presagiar que sacaría oro en el primer desperezo. Valdez condujo con rapidez un balón por el pasillo central hasta las inmediaciones del área que saldría rechazado hacia la derecha. Allí lo recogería Rufete para, con una finta, apurar fondo y volver a dar el esférico al paraguayo, que esta vez no falló. Todo un jarro de agua fría para el Estadio de los Juegos Mediterráneos, que empezó a pitar a sus jugadores iniciando una protesta que sería más intensa cuando estos se dirigían al túnel de vestuarios.
La segunda parte siguió un guión parecido al de la primera, aunque esta vez con el Hércules haciendo valer la ventaja para aprovechar un poco más los espacios en el centro del campo por la ansiedad del conjunto andaluz. Fue la entrada de Ulloa y Valeri lo que revolucionó el juego almeriense, que empezó a darle más velocidad al partido y a llegar con más claridad a la meta defendida por Calatayud, con el que seguramente soñaría Piatti por la noche.
Javier Portillo estuvo a punto de sacar oro de una buena asistencia de Valdez, pero Alves anduvo atento para despejar. A partir de ahí, el partido se rompió en un ida y vuelta del que Ulloa sacaría provecho en una rocambolesca jugada protagonizada por Valeri y mal defendida por el Hércules, que había perdido el balón en el intento de salida a la contra.
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