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Resumen Deportivo 0 - Real Madrid 0

Mourinho había dejado en la banda a Di María y a Adebayor, sacando a Kaká y metiendo a Ozil en el costado derecho. No es una maniobra muy saludable. Cierto que Mesut es tan bueno que puede jugar en cualquier sitio, pero también es cierto que arrinconado en una banda el equipo pierde visión, pierde último pase y pierde genialidad. Si va al centro lo ve todo, lo juega todo, toca más y todo lo que toca lo mejora. Pero en la banda entra menos en contacto con el balón y, por lo tanto, el Madrid genera menos. Fue por eso que todo el dominio generado por los blancos apenas tuvo reflejo en las ocasiones de gol, escasas en comparación con los empellones continuos de los capitalinos.
Se suponía que Lotina confiaba en la contra y en el temple y calidad de Guardado, que tiene guantes en las botas, pero el mexicano acaba de salir de una lesión de dos meses y está fuera de ritmo. Se le notó y el Deportivo lo acusó. Perdió muchas contras por imprecisiones continuas, agobiado el equipo por su empeño destructivo y ahogados sus creadores en labores impropias de su calidad.
Así que tocó sacar pico y pala, mono de trabajo y bajar a la mina. Lesionados Valerón y Manuel Pablo, a los gallegos les quedó poco a lo que recurrir, solo al sudor y el esfuerzo solidario. No era difícil apreciar que aquello solo era cuestión de tiempo: que Ozil encontrara una rendija para encontrar a Cristiano o Benzema y fin de la historia. Mientras tuvo pulmones, el Deportivo aguantó y tapó vías de agua, pero había estado todo el primer tiempo buscando sombras, corriendo y corriendo tras el balón, agotando el aire que aún disponía en la reserva.
El Madrid se dio cuenta de que no iba a ganar el partido yendo de guapito y por la cara. Que el Deportivo estaba a cara de perro y que lo mismo que el rival tendría que bajar a la mina a sacar carbón. Dar una vuelta de tuerca más. Así que Mou metió más pólvora en el campo: Di María y Adebayor, una apuesta a cara y cruz porque ya no quedaba otra.
Llegaron las prisas y con ellas el Madrid se fue desmantelando, con demasiadas urgencias, metido en un juego mediocre, sin hilvanar, a impulsos de destellos individuales.
El Madrid echó el resto en el último tramo, pero se estrelló en los palos (Adebayor y Cristiano) y en Aranzubía, que sacó cuatro manos providenciales para dar aire a su equipo. Los de Mou lo intentaron hasta el final, pero ya sin cabeza y... sin fútbol.

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